sábado, 25 de julio de 2009

CON FERNANDO LUGO, LA TORTURA HA VUELTO AL PARAGUAY


La tortura ha vuelto al Paraguay

Por Oscar Herreros Usher


Relato y comentarios sobre los acontecimientos en asentamiento Comuneros el martes 21 de julio de 2009

El asentamiento Comuneros está ubicado en Minga Guazú (este de Paraguay), en el Km 30 de la ruta 7, lado Monday. La tierra les pertenece legalmente. Los habitantes de Comuneros constituyen una comunidad organizada, tienen cultivos de subsistencia, casas de material, escuela, luz eléctrica, resultado del tesonero trabajo de los propios campesinos asesorados por compañeros militantes de izquierda.

Pero las tierras colindantes no tienen dueño, mejor dicho no tienen dueño privado, no son propiedad privada de alguna persona individual. Los del asentamiento han inventigado la situación de las tierras colindantes. Esas tierras pertenecen al IBR (INDERT) y se puede decir, casi con certeza, que la pertenencia a dueños privados ha sido malhabida.

Algunos campesinos desposeídos han ingresado a esas tierras, han plantado sus carpas con la intensión de reclamar al estado su posesión y así realizar su derecho a vivir sobre tierra propia como lo consagra nuestra Constitución Nacional.

Y también algunas autoridades, consejales departamentales, le han hechado ojo a esas mismas tierras. Su intensión es venderlas y hacerse de dinero contante y sonante. Al parecer se han fabricado unos títulos de propiedad falsos a fin de realizar el negocio. Están ofertándolas a algún brasileño.

Ahora bien, el potencial comprador no parece dispuesto a hacer negocio mientras permanezcan ahí esos inoportunos ocupantes. Y como esa gente está urgida por su ambición monetaria se han dado prisa por desalojarlos y para eso se consiguieron algún fiscal, que de esos hay varios que no tienen problemas en violar la ley si también pueden tener parte en el reparto. Y se vienen en compañía de la Policía Nacional, la cual depende del Ministro del Interior, que como no puede con la inseguridad que le quita el sueño a la ciudadanía se desquita mandando apalear campesinos.

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Ya la semana pasada hubo un intento de desalojo de las tierras colindantes. Estuvo la policía corriendo a los campesinos. Hubo gente alambrando, con la protección policial.

Ayer, cerca de mediodía, estaban los campesinos almorzando en sus carpas cuando un grupo de policías uniformados que estaban emboscados en el bosque cercano, sin haber sido provocados y sin dar aviso alguno, los atacó disparando sus armas de fuego. Aprovechando la ventaja de la sorpresa los policías capturaron a algunos campesinos y los llevaron a golpes monte adentro. Al cabo de un rato algunos consiguieron escapar de sus captores quedando dos de ellos en poder de los policìas.

Los escapados presentaban los rastros de los golpes recibidos, uno de ellos una herida de cuchillo en un muslo. Relataron que los policìas tenìan intensiòn de matarlos.

Los demás huyeron y buscaron refugio en el asentamiento Comuneros. Los policìas invadieron el mismo, ilegalmente porque no tenían ningún mandato legal para ingresar. Lo hicieron disparando sus armas. A uno que capturaron los policías lo esposaron y lo arrojaron a un arroyo que atraviesa el asentamiento. Si no fuera porque sus compañeros lo rescataron del agua podría haberse ahogado.

En este lapso los policías capturan a Virginia y a sus hijas y las torturan (sobre esto hay detalles más adelante).

Los del asentamiento reaccionaron y corrieron a socorrer a los perseguidos. A los policías se les acabaron las balas, se detuvieron y comenzaron a retroceder. Iban a abandonar el territorio del asentamiento, pero los campesinos capturaron a dos de ellos, los desarmaron y los retuvieron.

Esta captura y retensión fue un acto de legítima defensa. Los policías habían invadido su propiedad sin orden judicial alguna, disparanto, golpeando y apresando gente.

El rápido aviso que se dió al iniciarse el ataque movilizó a muchos compañeros militantes en los partidos de izquierda y en los movimientos sociales. Algunos se encontraban en Asunción, de modo que la noticia se propagó rápidamente.

La rápida llegada de los compañeros al asentamiento, también de periodistas, impidió que el numeroso refuerzo policial entrara en acción invadiendo el asentamiento y que agrediera a los campesinos o apresara a quien sabe cuántos de ellos. Llegó también el padre Nilo quien actuó de mediador. Los campesinos liberaron a los policías que tenían retenidos y devolvieron sus armas. La policía terminó retirándose del lugar al cabo de un rato.

Las negociaciones no fueron muy civilizadas que digamos. El padre Nilo fue agredido por un policía quien la propinó un fuerte golpe sobre una de las orejas. Un golpe profesional, con la intensión de hacerle perder el sentido del equilibrio. Uno de los jóvenes fue golpeado con rodillazos en el estómago estando esposado. La brutalidad fue la tónica en todo momento.

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Lo que sigue es una compilación de lo que Virginia relató a varias personas y también a mí mismo. Yo había llegado al lugar cuando la policía iniciaba su retirada.

Poco antes de mediodía Virginia, moradora del asentamiento Comuneros, se encontraba lavando ropa en el arroyo que atraviesa el asentamiento en compañía de dos niñas de corta edad, hijas suyas. En ese momento escuchó los disparos de la policía que iniciaba el ataque.

Algunos policìas llegaron al sitio en el que se encontraba Virginia con sus hijas y las capturaron. Las llevaron afuera del territorio del asentamiento, las niñas tiradas de los pelos y ella a empujones y golpes.

Cuando llegaron a una camioneta policial, los policías sacaron de ella una tabla con clavos y pretendieron que una de las niñás pisara sobre los mismos. La madre las defendió y entonces la obligaron, sujetándole la pierna, a pisar los clavos. Uno de ellos pisó sobre su pié a fin de que los clavos la atravesaran. Luego recibió un fuerte golpe en la boca del estómago a consecuencia del cual inmediatamente vomitó sangre. Recibió además fuertes golpes en la cara y otras partes del cuerpo. Todo esto ante la mirada de sus hijas, quienes también fueron golpeadas.

Luego que la abandonaron semiinconsciente fue llevada por algunas vecinas al interior del asentamiento. Virginia fue llevada a una farmacia para ser atendida ya que se quejaba de dolores en el abdomen.

Debido a su estado se me pidió trasportarla al hospital de Minga Guazú. Lo hice en compañía de otras dos personas, moradoras del asentamiento. Al subirla al automóvil pude constatar que Virginia se hallaba inconsciente. Durante el transporte la escuchaba quejarse, sobre todo cuando el auto se sacudía debido a las irregularidades del camino. El colchón sobre el que la transportaron desde la casa en que se encontraba hasta el automóvil se encontraba manchado de sangre.

Llegamos al pabellon de urgencia del hospital alrededor de las 16:30 donde fue atendida sin demora por los médicos. Desde el momento en que fue subida al automóvil y durante los primeros minutos de la atención médica tuve ocasión de tomar varias fotografías. En una de ellas se pueden observar claramente los orificios de entrada de tres clavos en la planta de su pié izquierdo. También hay fotografías del colchón ensangrentado.

Al llegar al hospital Virginia recuperó la conciencia. Durante la inspección médica inicial Virginia reaccionaba con intensas expresiones de dolor cuando el médico le palpaba el abdomen. Se ordenó una radiografía de abdomen para descartar fracturas o hemorragia interna. Más tarde una ecografía. A raíz de lo revelado por ésta los médicos sospecharon de alguna lesión interna, hablaron de daños en el útero, por lo que decidieron internarla.

Ya en la sala de internación, un nuevo examen médico constató pérdida de sensibilidad en toda la mitad izquierda del cuerpo. Debido a ello se ordenó una tomografía de cráneo que debería realizarse a primera hora de la mañana. Durante todo el tiempo Virginia se quejaba de fuertes dolores abdominales. Ella se durmió, posiblemente por efecto de los medicamentos, cerca de las nueve de la noche y se encontraba en ese estado cuando me retiré del hospital a las once.

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Interín esperaba en el hospital esperando el resultado del examen médico de Virginia, me informé del paradero y situación de Andrés Aquino Gill y Bernardo Florentín, detenidos durante el alevoso ataque al campamento en que se encontraban.

Según relato del abogado que pudo conversar con ellos en el lugar al que habían sido trasladados, los mismos presentan también rastros evidentes de tortura.

Es posible que no hayan corrido peor suerte ya que sus compañeros informaron de su detención a miembros de la prensa.

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La actuación policial es absolutamente injustificada e intolerable, constituye tortura física a Virginia y tortura sicológica a las niñas, habiendo sido ellas también golpeadas. Se trata de una abominable violación de los derechos humanos.

La gravedad del caso se agudiza cuando se toma en consideración la existencia de la tabla con clavos en la camioneta policial. Es evidente que este artefacto había sido llevado con la premeditada intensión de utilizarlo como instrumento de tortura contra los que fueran detenidos.

La actuación policial, su conducta inhumana y criminal, revela que los mismos no se desempeñaron como brazo auxiliar de la fiscalía, lo cual es su función, sino que intentaron infligir el mayor daño y sufrimiento físico a los campesinos, trayendo a la memoria el calvario de las ligas agrarias a manos de los órganos represores de la dictadura stronista.

Oscar Herreros Usher
24 de julio de 2009.

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