lunes, 7 de diciembre de 2009

LUGO Y EL IMPEACHMENT

El pueblo no renuncia nunca a sus libertades, sino bajo el engaño de una ilusión. (Edmund Burke).

La historia norteamericana nos recuerda cómo terminó el escándalo Watergate. Enfrentado a un desafuero inevitable, Nixon anunció apesadumbrado en cadena nacional: “Mañana al mediodía renunciaré a la presidencia; inmediatamente después, el vicepresidente rendirá el juramento de ley”.

Al día siguiente, a la hora señalada, abandonaba la oficina oval y frente a una multitud de periodistas trepaba al helicóptero que lo trasladaría al juicio inflexible de la posteridad. Con los brazos en alto y haciendo una poco creíble “v” de la victoria, el polémico mandatario dijo adiós. En ese momento, la enigmática sonrisa de Tricky Dick (Ricardito el Tramposo, mote que lo persiguió siempre) revelaba una tristeza infinita.

Era el epílogo del cerco político que surgió con las investigaciones de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein y que, tras dos años de audiencias legislativas, acorraló al presidente y su círculo de incondicionales, algunos de los cuales como Harry Robbins, John Ehrlichmann y John Dean fueron a prisión. El pecado de estos últimos no fue autorizar espionaje a los demócratas, sino mentir e inventar historias para encubrir al presidente, de manera idéntica a lo que hoy hacen en Paraguay quienes rodean al obispo-presidente Fernando Lugo.

En la última semana de marzo de 1999, se produjo el asesinato del vicepresidente paraguayo Luis María Argaña. La espiral de violencia que se desató concluyó días después con la renuncia del entonces presidente Raúl Cubas Grau. Al igual que en el caso del presidente norteamericano Richard Nixon, en la gestión del juicio político, los medios de comunicación y la presión popular jugaron un papel decisivo.

En la misma circunstancia de Nixon, Cubas abordó un avión de la Fuerza Aérea Brasileña que lo llevó al exilio, aeronave que tal vez volvió a realizar un sobrevuelo fantasmal sobre Paraguay, solo que esta vez con la forma de un Hércules C 130 y bajo la bandera bolivariana de Hugo Chávez.

El abogado inglés John Gimlette se inspiró en Paraguay para escribir su exitoso best seller “Sobre la Tumba del Cerdo Inflable”, y es innegable que no le faltó tino para elegir el tema de un libro humorístico. Y eso a pesar de haberlo concebido antes de la llegada al poder del obispo-presidente Fernando Lugo.

Los partidarios del clérigo se esfuerzan en presentar el inminente juicio político que se les prepara como un golpe de Estado, un atentado contra la voluntad popular, aunque entre ellos se encuentren muchos que ya participaron en marzo de 1999 de la destitución del presidente Raúl Cubas, quien había ganado las elecciones con un 54 por ciento de los votos, diferencia mucho más amplia de la que obtuvo el obispo.

El pecado de Cubas había sido indultar a su principal aliado político, el militar retirado Lino Oviedo, aunque en orden inverso al caso de Nixon, que tras renunciar fue indultado por Gerald Ford.

Desesperados ante el inminente juicio político de su jefe, los luguistas intentan confundir a la opinión pública acusando de golpistas a quienes propugnan el juicio político o impeachment. Los divagues luguistas, redactados en una proclama titulada “Democracia o Barbarie”, podrían enmarcarse en lo que en sicología se conoce como Proyección, un mecanismo de defensa a través del cual el individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo, atribuyendo incorrectamente a los demás, sentimientos, impulsos o pensamientos propios.

Para esclarecer el tema a los extraviados, más abajo se encuentran las definiciones de impeachment y golpe de Estado, dos cosas bien diferentes.

El objetivo de la campaña de falacias luguistas es evidente: intentar amedrentar a quienes se manifiestan en favor del juicio político. Como en una obra de Theodore Dreiser, los jueces de la política paraguaya han decidido así defender la verdad con mentiras.

Nada más certero para definir el curso de los actuales acontecimientos en Paraguay, que la definición de Groucho Marx: La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

El Impeachment es una figura del Derecho anglosajón (específicamente en Estados Unidos y Gran Bretaña) mediante el cual se puede procesar a un alto cargo público. El Parlamento o Congreso debe aprobar el procesamiento y posteriormente encargarse del juicio del acusado (normalmente en la Cámara Alta). Una vez que un individuo ha sido objeto de un impeachment tiene que hacer frente a la posibilidad de ser condenado por una votación del órgano legislativo, lo cual ocasiona su destitución e inhabilitación para funciones similares.

El término impeachment literalmente significa “bochorno”, y tiene su origen en la Edad Media, cuando el parlamento inglés lanzó acusaciones contra el rey y sus colaboradores por derrochar caudales públicos, avergonzándolos. Las traducciones al español más comunes son “moción de censura”, “impugnación”, “impedimento”, o “acusación pública” (también se usa “juicio político”).

Un golpe de Estado (calco del francés coup d’État) es la toma del poder político, de un modo repentino y violento, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesión en el poder vigentes con anterioridad.

Se distingue de los conceptos de revuelta, motín, rebelión, “putch”, revolución o guerra civil. Usualmente estos términos se utilizan con poca propiedad o con intenciones propagandísticas, y en el transcurso de los hechos y procesos históricos se suelen combinar entre sí.

Atendiendo a la identidad de sus autores, suele presentar dos formas: el golpe de palacio o golpe institucional, cuando la toma del poder es ejecutada por elementos internos del propio gobierno, incluso de la misma cúspide gubernamental; el golpe militar o pronunciamiento militar, cuando la toma del poder es realizada por miembros de las Fuerzas Armadas.

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